Maravillados por los enormes contrastes que dibuja la Cordillera Blanca, límite geográfico que enmarca la inmensidad de la zona Konchucos, intensa y entrelazada por las enormes abras que definen los ríos que forman la cuenca del Yanamayo, ruta donde expedicionarios del grupo kallejón Este O Este, iniciaron los estudios de campo para sustentar el inventario turístico del distrito de Llama, cálido lugar que a partir de mayo del año 2003 se convirtió en nuestra nueva casa.
Inspirados en las historias que nos contaban los pobladores locales sobre la leyenda del cerro Huarakayog y el puente Pukayaqu, decidimos recorrer y documentar los márgenes del rio Yanamayo, cañón de difícil acceso y altas temperaturas, donde la vegetación sorprende por su gran diversidad de cactáceas y otras especies, plantadas sobre ingeniosos sistemas de andenería preinka. Evidencias que fueron dinamizando nuestro inventario turístico, hasta encontrar lo que inicialmente los pobladores de Llama ya nos habían narrado, huellas que los investigadores Regal, Squier, Hyslop durante años estudiaron, clasificándolos de acuerdo a su diseño y uso, se trataba de las bases o soportes de inmensos puentes colgantes, por donde cruzó el Qhapaq Ñan, sistema vial desarrollado por la civilización andina y que los Inkas del Cusco habían articulado en el siglo XV logrando su manejo administrativo como parte de un proyecto político integrador llamado Tawantinsuyu a lo largo de seis países andinos, constituyendo la red de caminos más extensa y organizada de la época antigua que la humanidad haya conocido.
Legado que motivo la búsqueda de nuevas evidencias que nos permitieran establecer su importancia y utilidad en la actual modernidad, respuesta que en parte fue ubicada en los archivos de la Municipalidad de Llama, documento que se había suscrito en mayo de 1955 mediante un acta de compromiso con la Municipalidad de Yauya, donde acordaban reconstruir un nuevo puente que les permitiría cruzar el Yanamayo. Iniciativa no cristalizada que significó uno de los últimos intentos para lograr la integración a través de la ruta más corta que une a los dos pueblos, tropiezo que nuevamente le recordó a la población local, la vigencia que aún mantenía la leyenda de Huarakayog que narra el momento en que el curaca jefe de los Pishcos, tribu que habitara la actual Piscobamba, con su huaraka en franca defensa repeliera al enemigo que avanzaba desde el sur, con un certero disparo destruyendo el puente colgante que permitía el paso sobre el agreste cañón que forma el rio Yanamayo, contexto que nuestro soñador proyecto apenas en estudio, conociendo la misma fuerza de la historia pretendía cambiar, proponiendo en pleno siglo XXI la recuperación de un eslabón perdido de nuestra cultura. Apuesta representada por la reconstrucción de un nuevo puente colgante, utilizando las mismas técnicas ancestrales desarrolladas por los Inkas, sueño colgante a veinte metros de altura y cuarenta metros de luz, tejido con sogas vegetales, elaboradas de las pencas del maguey por donde cruzarían nuevamente los Chaskis andinos de la actual modernidad.